viernes, 9 de mayo de 2014

En el aula de la maestra Inés y las Educadoras Sociales: María José y Marta, están trabajando el relato titulado LA NIÑA QUE SALVÓ EL PLANETA


Cuando hemos entrado al aula de la maestra Inés, el alumnado estaba situado junto a su mesa tratando algunos asuntos personales de vari@s alumn@s. La docente intentaba dar un espacio y un tiempo para que l@s menores pudieran comunicar lo que quisieran. Después de escuchar varios relatos personales, la maestra le ha pedido a l@s estudiantes que cojan su "vara mágica del poder" para poder compartir con sus compañer@s lo que estaban sintiendo en ese momento.

Cuando alguien nos presta atención y podemos expresar lo que estamos pensando/sintiendo, algo nuestro se deposita en ese lugar. Esto nos permite reubicarnos y poder generar nuevos espacios para la comprensión-emoción-acción.







Posteriormente, el alumnado ha cogido un instrumento musical y nos ha ido mostrando SU RITMO-SONIDO. Los distintos sonidos, ritmos...se han acoplado hasta construir una melodía.




La salida al barrio para ensayar el relato: "LA NIÑA QUE QUERÍA SALVAR EL PLANETA"


El gran grupo se ha dividido en pequeños grupos y han estado ensayando la parte que le correspondía del relato con autonomía.


Yumara le propone a sus compañeras la coreografía.


Marta se deja sentir y se mueve al ritmo de la música que crea Najim, mientras Akli recita.



"Decía Kafka que encerrar la vida en un libro es como el canto de un pájaro en una jaula. Se dice también que el contexto educa más que el texto, sobre todo cuando se parte de contextos significativos" (Carbonell, 2006: 105).


Los sonrisas como mensajeras de los estados de ánimo que se desprenden cuando nos sentimos bien.




Andrés, Andy y Lanzayah estudian su texto.



Zayda, le propone a sus compañeras una coreografía.



 Ahora toca ensayo general. Marta y María José presentan a los grupos.


 Érase, que se era 
una niñita cualquiera 
que soñaba despierta 
con salvar el planeta. 

Era una niña muy lista, 
además de una artista, 
con cuerdas, latas, chinchetas
hacía bellas marionetas. 

Los cartones y cajas usaba
para hacer casas de hadas 
que con arte pintaba 
y con macarrones decoraba. 

El agua no malgastaba, 
pues sabía se necesitaba, 
que las plantas morían 
si agua no bebían. 


Las luces pronto apagaba, 
pues además le molestaba 
que la gente malgastara 
mientras otros no tenían nada. 

A su madre regañaba
si veía que con laca se peinaba
pues el aire enrarecía
y la atmósfera hería. 


Todo quería reciclar
y a la gente enseñar, 
mas como era pequeña
no le querían escuchar. 



 Así que una cosa decidió, 
y es que iba a estudiar
para maestra poder ser 
y enseñar a la tierra querer. 

Mientras, haría una cometa
con una cola violeta
donde pondría papelitos
con muchos consejitos. 

En cada ciudad uno caería,
 algún niño lo leería
y entonces aprendería
a ser mejor cada día.
 
Si no, terremotos y sequía
los veremos enseguida
pues la Tierra se queja
de que ya se siente vieja. 


Que nos hemos descuidado
y la hemos maltratado, 
mientras ella nos recordaba
que vida y belleza albergaba. 

Por ello se siente morir
y nos quiere advertir
que, de no curar su herida, 
la perderemos en su agonía. 

Y colorin, colorado 
el planeta aún no se ha salvado
pero aún está en tu mano
el tenerlo limpio y sano.


Miren Sagrario Vidondo


" Un territorio puede leerse sensorial y cognitivamente, desde las inteligencias múltiples que activan las diversas dimensiones de la educación integral. El territorio se puede concebir como un espacio abierto al aprendizaje y a la socialización" (Carbonell, 2006: 105)

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